Volcán

Muy buenas, aquí os presento mi tercer relato para el OrigiReto2020 de Katty (La pluma azul de Katty) y Stiby (Sólo un capítulo más).  Espero que os guste.

Volcán

Takumi Hierro era muy importante en su empresa. Uno de esos ejecutivos a los que todo el mundo mira con respeto. Siempre trajeado, siempre ocupado. De esos jefes que, cuando te lo encuentras en el ascensor, la inercia te lleva a saludarle con un formal “Buenos días, señor Hierro”. Nunca se acostumbró a eso de Señor Hierro, pero era como todo el mundo le conocía en la oficina. Tampoco hacía mucho por cambiarlo. No era de los que socializaba con sus compañeros, ni se quedaba a tomar cervezas los viernes al salir. Se limitaba a contar los segundos que faltaban para el fin de semana, no iba a alargar su suplicio por culpa de un nombre.
En casa podía ser Takumi. El menor de cuatro hermanos.  El único afortunado que no tuvo que emigrar para ganarse la vida. Según él, lo de afortunado era relativo. Podía ganarse la vida, sí, pero no haciendo algo que le gustase. En cualquier caso, al vivir en la ciudad donde se crió podía hacerse cargo de su padre Félix. No tanto porque el hombre lo necesite, sino por hacerle compañía tras la muerte de su madre.
Takumi adoraba a su padre y sabe lo mucho de menos que echaba a su madre. Él también la echaba de menos. Juntos habían encontrado una forma de mantener vivo su recuerdo: se pasaban los sábados forjando katanas. Chieko, que así se llamaba su madre, siempre había sentido mucho respeto hacia su propia cultura y así se lo había inculcado a sus hijos. Una tarde, viendo un documental en la televisión sobre herreros en la actualidad descubrieron que era un arte que aún no estaba del todo extinto, juntaron algo de dinero, alquilaron un taller y allí acondicionaron todo para montar su propia forja. Es la forma que tenían para sentirse como si Chieko aún estuviera con ellos.
Al principio no conseguían nada decente, como era de esperar, pero poco a poco perfeccionaron su técnica, produciendo armas de cada vez mejor calidad. Seguía siendo un trabajo amateur, pero como tenían tantas no les quedaba otra que intentar venderlas para deshacerse de ellas. No ganaban dinero, apenas les daba para cubrir los costes, pero aficionados a la cultura japonesa de todo el país les compraban algún que otro juego para decorar sus casas. Más allá de preservar la memoria de su madre, Takumi había encontrado una afición de la que disfrutaba de verdad.
Tras un largo viernes, mientras el Señor Hierro dejaba todo listo para salir, recibió un extraño correo en su cuenta del trabajo. Por avatar, el remitente era un martillo. El asunto, en mayúsculas, le hacía ganador de un espectacular viaje para visitar un volcán. Debía ser uno de esos emails de spam, excepto que en su cuenta del trabajo era raro ver este tipo de correos gracias los filtros del departamento informático. Sin pensarlo mucho, se marchó sin abrirlo.
No volvió a pensar en el correo el resto del día, pero el sábado, mientras estaba con su padre en la forja, recibió una llamada al móvil. Al otro lado de la línea una chica con un tono muy profesional le informó que aún estaban esperando que les diese sus datos para el viaje. Takumi, que seguía sin creérselo, le dijo que no estaba interesado, pero ella insistía en que él era el único ganador, que era un viaje con todos los gastos pagados, a vivir una aventura inolvidable y otros eslóganes que parecían sacados de un manual de marketing barato. Él insistía en que no había participado en sorteos, que no sabía cómo habían conseguido sus datos, y que nada de esto le parecía muy legal. La chica terminó rindiéndose, no sin mencionar que tenía hasta el lunes para pensárselo. Cuando colgó Félix le preguntó qué pasaba.
—Menuda suerte, hijo.
—Es una estafa.
—¿Y si es verdad?
—Cómo va a ser verdad, papá.
—Te vendría bien escapar de ese trabajo que tanto detestas.
Continuaron así durante horas. Cuando Takumi no sospechaba de que era un timo, afirmaba que no pintaba nada en Etiopía. Argumentó que tenía que Félix no podía quedarse solo. Incluso llegó a decir que no le parecía muy seguro ir a un volcán “permanentemente activo” como decía la carta. Félix, que conocía a su hijo, sabía que eran todo excusas. No tenía ganas, porque últimamente Takumi no tenía ganas de nada. No le iba a permitir perderse esta aventura.  Le costó, pero logró convencerlo.
El ejecutivo abrió el correo y siguió las instrucciones. No necesitaba hacer mucho, ya teníán sus datos, tenía que elegir las fechas de salida y poco más. Ellos se encargaban de todo, hasta el transporte entre su casa y el aeropuerto. Un avión le llevaría a Mekele, en Etiopía. La ciudad más cercana al Erta Ale, un volcán permanentemente activo. Sonar sonaba interesante, eso no lo podía negar.

Un taxi apareció en su casa el día elegido. Tras el viaje en coche más agradable que había tenido en su vida, Takumi empezó a pensar que su padre tenía razón y necesitaba unas vacaciones con urgencia. En el aeropuerto estaban esperándolo, tratándole como a un VIP. El avión tenía lujos que nunca habría alcanzado a imaginar. Apenas habían pasado unas horas desde que salió de casa y ya había disfrutado más que nunca.
Ya en Mekele, tras salir de la zona de desembarque, se encontró a su guía. Era un hombre de mediana edad, con una barba descuidada y con unas extrañas marcas cubriendo toda su piel. La imagen no era demasiado agradable y él debía estar acostumbrado a ello, pues se esforzaba en evitar el contacto. O a lo mejor es que su condición era contagiosa. Takumi no podía estar seguro. Hablaba espanol correctamente y, tras una calurosa bienvenida, le dijo a Takumi que podía llamarle Festi, que era como le llamaban sus amigos. Festi cargó su maleta hasta el coche, a pesar de la insistencia de Takumi, que se sintió mal al notar una leve cojera en el hombre. A pesar de ello, el guía se movía con bastante agilidad. Tras un un par de horas en el coche llegaron a una aldea donde había un hotel bastante decente.
—Descansa —dijo el guía—, necesitarás las energías. Hasta mañana.
Fue a hotel, cenó algo ligero y se acostó. Se durmió pensando en lo irreal que le parecía todo. No había amanecido cuando Festi le despertó golpeando la puerta. Había dormido como nunca. Tras prepararse salió a reunirse con su guía. Desayunaron juntos mientras charlaban de sus cosas. Takumi tenía la impresión de que Festi se menospreciaba, pues no hacía más que dirigir la conversación para que el ejecutivo hablase de él, evitando hablar de sí mismo. Nunca se hubiera imaginado que una de sus conversaciones más agradables iba a ser con un guía cojo en Etiopía.
El viaje hasta la base del volcán lo hicieron en coche. Subieron tanto como las carreteras, por llamarlas de alguna manera, les permitieron. Charlaron durante el viaje. Festi escuchando con atención todo lo que Takumi tenía que decirle. Parecía encontrar siempre lo más adecuado para decir. Era muy fácil hablar con él.
La última parte del ascenso tenían que hacerla a pie. Por caminos formados por la lava petrificada. La verdad es que el paisaje no se parecía a nada que Takumi hubiese visto antes. El ascenso era duro, la verdad, o al menos lo era para lo poco en forma que estaba el ejecutivo, pero se hacía llevadero. La mayor parte del equipaje la dejaron en el coche así que viajaban ligeros. Cada vez que miraba a su guía, lo que era frecuente porque el camino era complicado, se sorprendía de lo bien que se desenvolvía pese a su cojera. Tras un par de horas de ascenso, según Festi a medio camino del cráter, pararon a descansar. Sacaron las cantimploras y unos bocadillos que había preparado el guía y se sentaron en unas rocas. Las vistas eran espectaculares. Durante la pausa tuvieron otra de sus ya tradicionales conversaciones. Takumi no sabía muy bien por qué, pero pese a que eran bastante triviales, él disfrutaba como si fueran lo más trascendental del mundo. En aquella se abrió un poco más de lo que había hecho hasta ahora y le confesó al guía algo que no le había dicho ni a su padre. Le contó que llevaba ya un tiempo sintiéndose bastante vacío, como si nada tuviera sentido. Como si todo le cansara.
—No te preocupes, amigo. Una mirada al lago de lava y lo verás todo diferente.Ya verás como tengo razón.  Una nueva perspectiva, eso es.
¿Viene mucha gente?
—Muchísimos, la mayoría buscando emoción, o alguna historia, pero hay bastante que buscan respuestas, como tú.
—Yo no busco respuestas, sólo estoy aquí por ese concurso.
—Esa es la mejor clase de respuestas, respuestas para las que aún no sabes las preguntas.
Takumi cambió de tema sin darle muchas vueltas, pues pensó que estaba siendo un poco teatral sólo para crear expectación ante el inminente final de su camino. Siguieron su ascenso, cada vez más duro, cada vez más complicado, hasta la cima.
Cuando por fin llegaron no pudo hacer nada excepto afirmar que el esfuerzo había merecido la pena. Era impresionante, podía notar el calor emanando del interior de la montaña. Podía oler el azufre en el ambiente y aún no había visto lo mejor. Acompañado por el guía se acercó hasta el borde del cráter y miró al interior. El rojo brillante del magma líquido lo cegó durante unos segundos, pero cuando sus pupilas se acomodaron a la luz se quedó sin palabras.
—Te lo dije. Es tan hermoso… puedo tirarme horas mirando la lava.
Takumi aún no podía expresar lo que sentía, pero en su cabeza no dejaba de darle la razón. Era espectacular. Más aún, era lo que necesitaba. Cuando estuvo para marcharse Festi lo guió montaña abajo. El descenso lo hicieron en silencio. Takumi lo agradeció, necesitaba asentar lo que acababa de experimentar. En el coche no fue diferente, un silencioso viaje hasta el hotel donde Festi lo dejó. Le recogería al día siguiente para llevarle al aeropuerto.
Aquella noche no fue una noche más, Takumi pudo sentir lo que sería la primera noche del resto de su vida. Cuando Festi le fue a buscar ya estaba listo. Esta vez fue capaz de darle conversación. Ninguno sacó el tema de la lava. Fue otra de sus triviales pero satisfactorias conversaciones. En el aeropuerto, antes de despedirse, el guía le dio un paquete.
—Es un regalo. Ábrelo cuando llegues a tu casa.

Cuando llegó su padre le vio una luz en sus ojos que hacía mucho tiempo que había perdido.
—Parece que te han sentado bien las vacaciones.
—Ha sido inceíble. Ojalá lo hubieras visto.
—Pues no te hagas de rogar.
—Antes  tengo que decirte algo: voy a dejar el trabajo.
¿Qué?
—Está decidido, voy a dedicarme a tiempo completo a l forja.
¿Crees que hacer katanas nos va a dar de comer?
—Costará al principio, pero podemos conseguirlo. Además, no nos cerraremos sólo a katanas.
—Sabes que te apoyo siempre, hijo. Pero en esto con ganas.
Animados decidieron salir a celebrarlo.
—Se me olvidaba esto…
Sacó de su maleta el paquete que le había dado su guía. Mientras lo hacía, le contó a su padre la historia.
¿Y a qué esperas? Ábrelo!
En el interior había un mazo de herrero. Lo cogió y Takumi se asombró por la excelente calidad de la pieza. Dentro había también un sobre, con una exquisita caligrafía y un lacre  de un mazo exactamente igual que el que tenía en sus manos. El mismo mazo que el icono de la agencia que le envió el email. En su interior una nota decía:

«Espero que disfrutes de tu nueva profesión todo lo que no pudiste disfrutar de la anterior. Ten este presente para que te acuerdes de este viaje mientras haces tus espadas.

Hefesto.»

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Objetivo Principal: <10> Escribe un historia que involucre un volcán
Palabras usadas: 1999 [Milpalabrista]
Objetivos anuales:
- Personal: Que cada relato homenajee a un dios olímpico (Hefesto/Vulcano)
La imagen de cabecera es una fotografía hecha por Andrea Moroni bajo licencia de Creative Commons (by-nc-nd)
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