El gigante estaba triste. Éramos conscientes de su tristeza. Sabíamos perfectamente qué es lo que le pasaba. En realidad no era nada que no tuviera solución, una solución muy sencilla si he de ser sincero. Toda la aldea lo sabía. Todo el mundo tenía en su mano la capacidad de terminar con su sufrimiento. Un sufrimiento tan profundo y desgarrador que hacía al gigante llorar todas las noches durante horas.
El gigante estaba triste, pero nuestras cosechas necesitaban esas lágrimas.