#OrigiReto2019 – La isla

Pues bien, aquí tenéis mi relato de abril para el de Katty (La pluma azul de Katty) y Stiby (Sólo un capítulo más). Espero que os guste.

La Isla

El motor se está recalentando. Sabía que esos recambios Andorianos no tenían buena pinta. Vamos a tener que aterrizar antes de volar en pedazos. Alph escanea el sector en busca de algún planeta apto. Parece que es nuestro día de suerte. Le guiño un ojo y le dedico una de mis mejores sonrisas. Por supuesto que no me la devuelve, el grandullón es demasiado serio como para flirtear en esta situación.
Salimos del hiperespacio de una pieza, parece que vamos a conseguirlo. O no, el motor se ha calentado demasiado. El espacio no es el mejor sitio para deshacerse de ese calor. Necesitamos entrar en esa atmósfera cuanto antes. Una maniobra arriesgada, la propia atmósfera va a aumentar la temperatura de la nave unos cuantos grados más, espero que aguante. La situación es muy tensa, me sudan tanto las manos que me cuesta sujetar los controles. Alphonse está detrás de mí, puedo notar su frustración, pero no puede hacer nada para ayudarme. Todo depende de mí. Escucho un crujido, luego una explosión. Después todo negro.

Antes de abrir los ojos noto el calor del sol en la cara. Un aroma salado invade mis fosas nasales. Noto arena debajo de mi cuerpo. Una agradable brisa mueve mi pelo. Estoy tumbado en una playa. Abro los ojos y una brillante luz azulada me ciega por un segundo. Cuando mis ojos se acostumbran a la claridad logro ver a Alph sentado a mi lado. Está contento de que haya recuperado el conocimiento. Creo que nunca le he visto tan contento. Intento levantarme, pero no puedo. Apenas puedo mover el brazo derecho y me duele mucho el pecho.
—Tranquilo, Edgar. Te has dado un buen golpe. Creo que tienes dos costillas o tres rotas. También tenías el hombro dislocado y te has dado un buen golpe en la cabeza. Te he remendado lo mejor que he podido. Por fortuna tienes la cabeza dura como el hierro.
Ahora entiendo que me cueste mover el brazo, me toco la cabeza con el izquierdo para notar el vendaje que la rodea.
—Estás hecho todo un enfermero.
—Sí, bueno, uno no gana para disgustos. Aún tengo que vendarte el pecho para sujetar las costillas, no pude hacerlo contigo tumbado.
—Claro, dame un minuto. ¿Cómo está la nave?
—Ya no hay nave. Toda la popa ha reventado, la cabina salió disparada entera, pero sin nada de sustentación cayó de morros contra el suelo. Tuve suerte y la parte trasera de la cabina no sufrió mucho. Tú no tuviste tanta.
—Mierda, me gustaba esa nave.
—Ya lo sé, cariño. Ya conseguiremos otra. De momento vamos a estar aquí una temporada hasta que puedan rescatarnos. —Mira a su alrededor y añade—: Unas vacaciones en este paraíso no nos sentarán mal.
Me incorporo con su ayuda para ver a qué se refiere. Tiene razón. El paisaje parece sacado de uno de esos anuncios de viajes. El agua es cristalina y las islas que nos rodean están llenas de vegetación. La estrella que se levanta sobre el horizonte impregna todo de una luz azulada que no hace más que potenciar la belleza del océano.
—¿Dónde estamos?
—Según lo poco que pude sacar de la  base de datos antes de la explosión, estamos en Vega-6.2-Gamma, la segunda luna más grande del sexto planeta más alejado de la órbita de Vega.
—¿Clase Gamma? ¿Estamos solos aquí?
—Eso parece. Ninguna forma de vida inteligente a parte de nosotros dos… bueno, de mí.#
—Me parto de risa. ¿Me vas a arreglar o qué?
Con su ayuda me quito la chaqueta de cuero y la camisa, lo que es bastante más difícil de lo que pensaba. Alph me limpia un poco el tórax con algo de agua que ha traído con sus propias manos. Está fría y me quejo, pero él hace caso omiso. Me frota la hinchazón del pecho con cuidado. El contraste de su piel oscura con la palidez de la mía siempre me ha gustado. Con suerte pudo rescatar el botiquín de la cabina, me aplica un poco de pomada antiinflamatoria y  me pone una venda alrededor. Un poco prieta, para que no me mueva más de la cuenta, pero puedo respirar con normalidad.
Quitando mis lesiones, la verdad es que se está bastante bien. Ahora lo único que lamento es que el bueno de Alph sea quien tiene que encargarse de todo lo importante. La principal tarea ahora es buscar agua potable. Alphonse dice que hemos aterrizado en una isla lo suficientemente grande como para tener esperanzas. En caso de no encontrar agua tendríamos que ir a otra isla, lo que no es ideal en mi estado. Tampoco estaría de más encontrar comida y conseguir cobijo. No veo al grandullón construyendo una cabaña él solo, construir cosas siempre ha sido lo mío, pero algo con un techo que pueda resguardar un fuego debería de servir para ir tirando. Sin tiempo que perder Alph empieza con la búsqueda, dejándome a mí aquí solo. Solo y aburrido.

Tras unas horas llega con las buenas noticias. Hay un riachuelo que puede servirnos de agua potable, no muy lejos de una cueva no muy profunda. Dos de tres, nada mal. La comida no debería de ser difícil de conseguir. Me levanto con su ayuda. Me sujeto a sus hombros mientras me guía hasta la cueva. La verdad es que no está nada mal. Ha recogido unos cuantos helechos para hacer un colchón, ha pensado en todo. Le quiero un montón, me alegro mucho de tenerlo a mi lado. Me acuesto lentamente en el lecho de hojas mientras veo cómo Alph enciende un fuego. Se le da regular, pero yo no puedo ser de mucha ayuda. Cuando lo consigue noto el calor, es agradable. Improvisa un recipiente para recoger agua y me lo acerca, está fresquita y entra genial. Mientras trago noto como poco a poco hidrata mi garganta, estaba sequísima. Supongo podremos estar aquí una temporada. Hasta que me recupere.
—Edgar, voy a buscar comida. Intenta descansar.
Le digo que no se preocupe, ni siquiera tengo que mentir. Estoy tan a gusto que no me va a costar nada dormirme.

Han pasado ya seis semanas desde el accidente, la verdad es que han pasado bastante rápido. El sitio es una maravilla. Comida en abundancia, agua fresca y un clima paradisiaco. Parece un sueño. Las primeras semanas apenas podía moverme, pero Alphonse me hacía toda la compañía que necesitaba. Cuando me encontraba mejor podía sentarme un rato para ayudarle a reparar la baliza de rescate, nuestra única esperanza de volver a la civilización. Cuando ya pude levantarme, entre los dos pudimos apañar un refugio más decente. Él hacía el trabajo duro, yo aún estaba delicado, pero era capaz de salir a pasear y buscar materiales. Cuando estaba más cansado, me sentaba para diseñar la estructura principal. Miro cómo Alph ata con fuerza los últimos pares troncos entre sí. Hacemos un gran equipo. La cabaña nos ha quedado de miedo. Parece sacada de un libro de piratas. Me acerco a la escalera por donde el grandullón está bajando.  Está tan cubierto de sudor que hace que su piel brille con reflejos azulados. Se lo seca con su enorme mano y me mira sonriendo.
—Ahora estaremos más cómodos, cariño.
—Menos mal, ya empezaba a dolerme la espalda de dormir en el suelo de la cueva.
—No sé cuándo podremos salir de aquí, pero mientras conseguimos arreglar la baliza quiero que estés lo más a gusto posible.
Debo estar muy enamorado, porque no consigo decir nada más que:
—Contigo estaría a gusto en cualquier parte, Alph.
—Eso se lo dirás a todos.
—Lo digo en serio. Te quiero. Quiero estar contigo para siempre. Quedémonos aquí. No creo que vayamos a estar mejor en ningún sitio.
Me mira, incrédulo. También con algo de duda. Es normal. Si a mí me dicen hace seis semanas que iba a dejar de lado la vida en el espacio me hubiese desencajado la mandíbula de tanto reír.
—En una semana estarás suplicando volver a una nave.
—No lo creo. Nunca he estado tan feliz. Tenemos esta luna para nosotros solos. Te tengo a ti, no necesito nada más.
—Quedémonos.
No puedo estar más contento. Nos abrazamos. Nos besamos. Hacemos el amor con tanta pasión como nunca lo habíamos hecho. Para sellar nuestro compromiso decidimos coger la baliza y arrojarla al mar.
—¿Hasta que la muerte nos separe? —pregunta Alphonse mirándome a los ojos.
—Hasta que la muerte nos separe.

***

El aire en la clínica era seco. Alphonse, aún tiene los ojos aún rojos y la cara llena de lágrimas. Está lleno de arañazos, el arnés de seguridad de la llave lo sujetó con firmeza, pero aún así se llevó unos cuantos golpes. Aunque eso no le importaba, su única preocupación era Edgar. El golpe que se dio en la cabeza tenía mala pinta, los controles de la nave estaban llenos de sangre. Por fortuna el accidente ocurrió en unas colonias de la compañía minera IronHard, en seguida recibieron asistencia de los trabajadores. De haberse demorado la ayuda dudaba que ninguno de los dos hubiera salido con vida.
Alphonse llevaba dos horas esperando a que salieran del quirófano con noticias de Edgar. Cuando la puerta se abrió dejando salir unos haces de la luz azul de las lámparas de alta frecuencia se asustó. Por la mirada del médico que salió pudo adivinar que no traía buenas noticias.
—Hemos hecho todo lo posible —dijo con pena.
—¿Ha… muerto?
—No, hemos conseguido estabilizarle. Aunque el golpe ha sido muy grave. No creo que pueda recuperar la capacidad motora. Ni siquiera puede respirar sin ayuda de una máquina.
Alphonse rompió a llorar.
—Por fortuna existen alternativas al coma inducido. El seguro de su empleador cubre  los gastos para una Residencia Virtual. ¿Ha oído hablar de ello?
—Sí, he visto la publicidad. Es una especie de sueño, ¿verdad?
—No exactamente, pero sí, es una forma de verlo. Conectaremos las partes sanas del cerebro de su compañero a un ordenador que simulará una realidad a su medida. Él será consciente todo el rato. Podrá vivir una vida que apenas se diferenciará de la vida real. Las directrices primarias son configurables por su pariente más cercano. Tengo entendido que ese sería usted.
—Sí, no tiene más familia. Yo tomaré las decisiones.
—Tome este catálogo, aquí exponen algunas de las opciones disponibles. Si le interesa sólo tiene que decírselo al administrador que hay en recepción. Tómese el tiempo que quiera. Nosotros cuidaremos de él mientras tanto.
Alphonse hojeó por encima el libreto que le pasó el médico.
—No será necesario, ya he tomado una decisión. La isla desierta. Siempre le han gustado las historias de aventuras.
—Excelente, nos pondremos a ello de inmediato. No se preocupe, por nada. El proceso es bien sencillo, tomaremos unas muestras de sus estímulos para asegurarnos de que su conciencia no rechaza la simulación, nos cercionaremos de que viva una vida virtual de lo más feliz.
—¿Podré venir a verle?
—Por supuesto, siempre que quiera. Él no será capaz de sentirlo, pero puede venir. También puede pasar ahora, antes de que iniciemos el proceso de digitalización.
—Gracias.
Alphonse entró en la habitación V62Γ. Ver a Edgar lleno de tubos y cables le rompió el corazón. No dijo nada, solo lloró. Cuando pudo calmarse lo besó en los labios. A continuación avisó al médico de que podían empezar.
—Sólo una cosa, doctor. Asegúrese de que la idea de quedarse en la isla se le ocurre a él.

FIN

×××

Objetivo: #15 (Historia que suceda en una isla desierta)
Palabras usadas: 1924 [Milpalabrista]
Objetos Ocultos: #7 (Una letra griega[Gamma, Γ]) - #25 (Explosión nuclear)
Medallero:
- Protagonista no normativa (Pareja homosexual) [Interesante]
- Narrado en primera persona, presente [Verborrea Interminable]
La imagen de cabecera es una fotografía hecha por CMy23 (editada por mí) bajo licencia de Creative Commons (CC BY-NC 2.0).
18
0
Me gustaría saber tu opinión, por favor comenta.x