Fuga

Este es mi relato de este mes para el OrigiReto2020 de Katty (La pluma azul de Katty) y Stiby (Sólo un capítulo más).  Espero que os guste.

Fuga

No era la peor celda en la que se había despertado Francesca, pero sin duda parecía la más sucia. Tuvo que refrescar su memoria para saber qué había pasado. Al final resultó ser tan mala idea cómo parecía colarse en aquel fortín español sólo para intentar robarle un mapa al Coronel. La entrada sigilosa dejó de ser viable cuando vieron a una docena de soldados entre ellos y su objetivo. Aunque no era la peor situación en la que se habían visto. De hecho Samuele y ella cruzaron la misma mirada traviesa que tantas veces habían compartido antes de una buena pelea. El problema es que la pelea ni siquiera empezó, todo por culpa del golpe en la cabeza que les propinó un cabo grandullón al sorprenderlos in fraganti.
Aún le dolía cuando zarandeó a su primer oficial, aún inconsciente. Éste se despertó desconcertado, frotándose el golpe y asintiendo con una sonrisa al recordar lo sucedido.
—En menudos líos nos metes, jefa —dijo el pirata.
—No me pareció verte muy por la labor de quedarte con Jeong —protestó ella.
Jeong había objetado enérgicamente sobre esta incursión. Estaba seguro de que habría tesoros más fáciles de conseguir. Pero claro, Jeong siempre fue muy pragmático, por eso la tripulación del Indomabile le había elegido como oficial de intendencia. Francesca, como buena capitana, no iba a poner sus intereses por encima de los de su tripulación, pero quería ese mapa. Se limitó a pedirles un favor: que les esperaran. Si no habían vuelto al barco al amanecer, partirían sin ellos.
—Nunca me negaré a una aventura a tu lado, Fran.
—Me temo que esta termina en la horca.
—Morir juntos siempre me pareció un buen plan.
—Qué bonito, morir por amor —exclamó una voz al otro lado de la celda—. Mi mujer estaría emocionada.
Los piratas, que habían estado ocupados sacudiéndose la contusión, se percataron en ese momento de que no estaban solos. La voz, grave y poderosa, pertenecía a un hombre musculoso, de aspecto fornido. Su torso desnudo, perfectamente esculpido, estaba lleno de cicatrices. Su cara también exhibía alguna, pero no le hacían ver tosco, sino que acentuaban su atractivo. Era muy atractivo, aún debajo de toda esa mugre. Francesca fantaseó con el extraño durante unos instantes, pero decidió guardarse el pensamiento para más tarde. Al observar al hombretón se dio cuenta de que era de esas personas que sonreían con los ojos. Unos ojos tan negros y profundos que la imagen provocó una sutil sensación de inquetud en los piratas.
—Qué tontería, solo los necios mueren por amor —replicó Samuele tras una carcajada—. ¿Te imaginas, Fran, tú y yo enamorados?
—¿No te gusto, Sam? —se burló Francesca mientras repetía el gesto de besar al aire—. Si te portas bien Jeong puede venir a la alcoba.
Pese a que se estaban burlando de su presuposición, el desconocido no pareció sentirse ofendido. Al contrario, mantenía su sombrío gesto de buen humor.
—Disculpadme, es inusual ver a un hombre y una mujer tan unidos sin un romance de por medio.
—Claro, todo el mundo sabe que las mujeres solo servimos para ser esposas, amantes o las más afortunadas, un poco de las dos —protestó Francesca.
—Ah no, no me interesa esa conversación. Bastante tengo con mi hermana. Una mujer puede ser tan capaz como cualquier hombre, de eso tengo certeza. Los asuntos de amor son cosa de mi mujer. Pero si ella no está aquí es por algo.
Samuele miró a Francesca y movió un dedo sobre su sien para indicar que su interlocutor no parecía estar del todo en sus cabales. Si se percató, y sería muy raro que no lo hubiera hecho, no pareció darle importancia.
Aprovechando un momento de silencio, la capitana echó un vistazo a través del ventanuco de la celda. Aún era de noche. Preguntó al hombre cuánto tiempo habían estado inconscientes para descubrir que no fue mucho. Era una locura, pero aún podían llegar al Indomabile antes de que levara anclas. Pero para eso primero tenían que salir de la celda. Samuele y Francesca se pusieron a trabajar. Examinando la cerradura, buscando cosas que pudieran ser de utilidad, examinando los barrotes de metal… bajo la atenta mirada del extraño. Hasta parecía disfrutar de verlos trabajar juntos. Tras un momento de contemplación se levantó, mostrando su colosal aspecto, y se acercó a ellos para poder hablar en voz baja.
—Si queréis escapar esta celda es el menor de vuestros problemas. Será imposible moverse por el fortín sin llamar la atención. Habría que abrirse paso luchando.
Los piratas se miraron, giraron sus cabezas para encontrarse con los siniestros ojos del desconocido y asintieron con una sonrisa.
—Esa es la mejor forma de abrirse paso —exclamó el primer oficial.
Con un gesto de satisfacción, como si no esperara otra reacción, el extraño le devolvió la sonrisa. Sin decir nada se hurgó entre los pliegues de su raído pantalón, la única prenda que llevaba puesta, y sacó de él un pequeño objeto. Extendió su mano para mostrarles lo que había conseguido colar en la celda: una pequeña ganzúa tallada de hueso.
—No soy muy habilidoso con las manos, pero algo me dice que vosotros seríais capaz de abrir esta puerta con ella. A cambio sólo pido que me dejéis acompañaros.
No hacía falta mirar dos veces el musculoso cuerpo del prisionero como para saber que sería una valiosa incorporación a la tripulación, incluso si no había usado una espada en su vida. Por supuesto que aceptaron, habrían aceptado en cualquier caso. El único requisito que tenía Francesca para aceptar a alguien entre sus filas era que persiguieran la libertad. Nunca tuvo problemas para mantener su autoridad. Había mostrado su valía incontables ocasiones y el resto de su tripulación daría su vida por ella. Cualquiera se lo pensaría dos veces antes de buscar problemas en su barco.
La cerradura se abrió con un chasquido. Samuele nunca lo iba a reconocer, pero le sorprendió haberlo conseguido con tanta facilidad. Una vez fuera de la celda, Francesca se acercó a la puerta de madera que conectaba la estancia con el resto del edificio. Como les trajeron inconscientes, los piratas no tenían muy claro dónde estaban exactamente. Si el desconocido sabía algo importante, decidió no compartirlo. Con cuidado, empujó la puerta para ver al soldado que debería estar haciendo guardia dormido a pierna suelta sobre su silla. Los ronquidos del militar permitieron a la capitana acercarse, sin que éste escuchara el menor ruido, hasta situarse a su espalda y agarrarle por detrás tapándole la boca para que no diera la voz de alarma. Le desarmaron, le registraron y lo encerraron en la celda de la que se acababan de escapar no sin antes golpearle en la cabeza con el mango de su propio sable para dejarlo inconsciente. Buscaron en la habitación sus armas requisadas. Estaban en la estantería que había al lado de la silla donde el soldado se había quedado dormido. Francesca cogió su pistola y se la enfundó en la cintura tras cargarla adecuadamente con un pequeño proyectil. Decidió quedarse con el arma del soldado en vez de la suya. Prefería una espada a un sable, pero la suya estaba demasiado mellada. Samuele cogió su sable y sus cuchillos, guardando estos con cuidado en las trabillas de su bandolera. El grandullón, por su parte, empuñó dos espadas idénticas bastante grandes, lo le otorgaba un aspecto aún más imponente de lo que ya era. Una vez pertrechados, salieron de la habitación intentando no hacer ruido.
La habitación conectaba directamente con el patio interior del fortín. Eso facilitaba su huída, solo tendrían que cruzarlo para alcanzar el portón principal, abierto de par en par y vigilado por dos guardias. Con un vistazo general Francesca reconoció que, pese a que la noche era oscura, el extraño tenía razón. Había demasiados soldados. El sigilo no había funcionado para entrar, tampoco lo haría para salir. 
—¿Hasta el fin? —preguntó Francesca.
—Hasta el fin —concluyó Samuele.
Francesca esperó el momento adecuado para dar la orden. Cuando una pareja pasó cerca la capitana dio un grito y los tres prófugos saltaron a la carga. El ataque pilló por sorpresa a los militares, que perecieron ante las armas de los piratas antes de que pudieran reaccionar. El grito alertó al resto de soldados del patio, que en seguida pasaron a la acción con sus alabardas, sables y mosquetes. No tardaron en rodear a los prisioneros, pero eso no les amilanó. Francesca agarró con fuerza la espada que portaba, haciendo que se marcara su bíceps a través de la camisa de lona. Su expresión, ruda y salvaje, infundía peligro a sus disciplinados rivales. Samuele sonreía ante la promesa de algo de acción. El extraño parecía emocionado, impaciente por lo que iba a suceder, lo que terminó de perturbar a los españoles.
La capitana lanzó un potente ataque, el sable de uno de los soldados lo recibió y el combate empezó. La inferioridad numérica era notable, pero era evidente que los tres estaban curtidos en docenas de batallas. Las hojas centelleaban a un lado y a otro. Las alabardas atravesaban el aire con precisión. Las balas silbaban desde las almenas. Los cuchillos del primer oficial volaban entre choque y choque de los metales. El sudor resbalaba por las sienes de los prisioneros. Poco a poco los soldados iban cayendo, poco a poco los prisioneros iban acercándose a la salida. Un repentino ataque casi pilló por sorpresa a Francesca, pero el sable de su compañero se interpuso. Un disparo a bocajarro de la pistola que Francesca desenfundó con su zurda aterrizó en la cara del atacante. El extraño contempló la escena con aprobación. No acostumbraba a ver guerreros con semejante nivel de complicidad, y había conocido a muchos.
Aún quedaban soldados cuando cruzaron la muralla, pero no importaba demasiado. Ya estaban fuera, nadie les cortaba el paso. Todos sus enemigos estaban detrás. Corrieron hacia la playa mientras las balas de los mosquetes volaban a su alrededor. Estaba tan oscuro que hubiese sido un milagro que alguna les hubiese alcanzado. Una vez en la playa encontraron, sobre la arena, la barca de remos con la que habían llegado, sólo tendrían que bordear el cabo y habrían llegado al Indomabile.
Una vez fuera de peligro, el desconocido soltó una carcajada.
—¡Por mi padre, hacía tiempo que no me lo pasaba tan bien!
—En un par de horas llegaremos al barco, a Jeong le encantará saber que tenía razón.
—No es por nada, jefa, pero Jeong siempre suele tener razón.
El extraño soltó una carcajada.
—Tenemos que repetirlo.
—Claro, aunque aún no nos has dicho tu nombre.
—Ya habrá tiempo para eso, ahora descansad, yo me encargaré de llevar la barca a su destino.
Ni Francesca ni Samuele eran tan necios como para dormirse al cuidado de alguien a quien acababan de conocer, y ni siquiera estaban cansados, pero por alguna extraña razón no pudieron resistirse a la invitación. Sin decir media palabra más, ambos se quedaron dormidos. Cuando despertaron estaban solos en la barca, vieron al Indomabile en el horizonte acercándose a ellos. Venían a recogerlos. En la barca aún estaban las espadas del desconocido.
—¿Se habrá tirado al mar?
—¿Por qué haría eso?
Cogieron las armas y bajo ellas encontraron un sobre de papel cerrado. El sello se apreciaba un yelmo con un hacha de fondo. Escrito a mano, con una letra majestuosa pero sin florituras estaban sus nombres completos: Francesca d’Argento y Samuele Osso. Atónitos, lo abrieron y leyeron la nota de su interior.

Estimados amigos,
esta ha sido una noche increíble. Sabía que encontraría a valientes guerreros en vosotros, pero nunca me imaginé que tan dignos. Ha sido un honor pelear a vuestro lado, vuestra camaradería y vuestra osadía me han puesto de muy buen humor. Como muestra de agradecimiento os regalo a cada uno una de mis espadas: Fobos y Deimos. Os prometo que con ellas infundiréis temor a vuestros enemigos. Empuñadlas con orgullo.

Ares.

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Objetivo Principal: <4> Cuenta una historia de amistad infinita.
Objetos Ocultos: <7> Una docena, <10> Arena
Palabras usadas: 1998 [Milpalabrista]
Objetivos anuales: 
 - Personal: Que cada relato homenajee a un dios olímpico (Ares/Marte)
 - Giratiempo: Publicado antes del día 10.

La imagen de cabecera es una fotografía titulada Jolly Roger hecho por Olgola bajo licencia de Creative Commons (by-nc-sa)

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